martes, 17 de abril de 2012

MI PARTICULAR HOMENAJE A IÑIGO CABACAS

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Hace días que algo me ronda la cabeza y que necesito comunicar.
Sentía la necesidad de rendir homenaje a Iñigo Cabacas, un hermano, un compañero que falleció absurdamente hace poco tiempo víctima de, bajo mi punto de vista, una desmesurada violencia policial.
Voy a ir matizando porque no quiero que se me interprete mal. Sí quiero dejar constancia de mi opinión, si se me permite, pero me gustaría que mi postura al respecto no dejase lugar a dudas de cuál es mi verdadera intención.
Digo que murió víctima de una desmesurada violencia policial porque hace tiempo que vengo constatando que la actuación de nuestros, también hermanos y compañeros, “antidisturbios”, poco o nada tiene que ver con velar por nuestra seguridad. Me parece más bien que, convertidos en la herramienta de fuerza y de poder de aquellos que están en el Gobierno de turno, se les está utilizando para acallar cualquier tipo de discrepancia con los proyectos de dominio y que son enviados a la calle para ejercer una auténtica e inconfundible represión.
Desde los hechos ocurridos en Valencia en la primavera valenciana, cada día me parece más y más palpable que, con un poco de disimulo, la intención no es mantener el orden público sino acallar a todo aquel que se considere con derecho a protestar y no encuentre otra forma de manifestación que la unión de quienes como él se sienten indignados y traicionados por un sistema cada día más injusto. De hecho, nuestro Gobierno pretende utilizar la ambigüedad de términos tales como: “grupo organizado” o incluso se ha llegado a oír que llegando a calificar de “terrorismo” la “resistencia pasiva" como "desobediencia a autoridad”, con el fin de traspasar al Código Penal conductas que considero que, para la gran mayoría de los ciudadanos, no pasan de ser una manifestación pacífica de impotencia e indignación. ¡Ojalá el sentido común de la mayoría no lo permita!. Tampoco sería justo decir que esto es nuevo, sino que últimamente el problema se agudiza.
Yo no conocí personalmente a Iñigo. Quiero pensar que era un ser humano normal, una persona, un ciudadano con gustos propios, una persona inclinada hacía una determinada ideología, con una percepción personal acerca de la política, de la justicia, de la vida... En fin y en definitiva, alguien como tu o como yo.
Pero digo que murió “ABSURDAMENTE” porque no murió defendiendo unos ideales ni un futuro mejor. Murió víctima de una violencia policial extrema apoyando unos colores que son en realidad unos intereses económicos de sociedades anónimas con un poder muy por encima de la mayoría de los mortales.
Digo que murió absurdamente porque desde mi perspectiva de la vida y de lo que somos los seres humanos, no me cabe en la cabeza que la afición por un deporte se convierta en una lucha, en auténticos enfrentamientos, amparados en la defensa de, no sé qué identidad territorial o no sé en defensa de qué otras patrañas.
El hecho de que determinados aficionados al fútbol se dediquen a enfrentarse violentamente los unos con los otros y conviertan lo que podría perfectamente ser el disfrute de una competición en una batalla campal para cuyo control sea necesaria la intervención de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, no entra en mis simples y sencillos esquemas de entendimiento y así lo quiero manifestar.
Lamento profundamente lo que le pasó a Iñigo que fue simplemente una víctima que probablemente ni siquiera estaba en la pelea. Y por eso quiero desde aquí rendirle un sentido homenaje y pedir, en memoria de la dignidad que probablemente como persona defendió, que ningún aficionado más de este país haga de la pasión por el fútbol y por su equipo un motivo para la violencia contra ninguno de sus semejantes.
Tal vez caiga en saco roto pero me conformaría con que una pequeña parte de esta sociedad pensara en ello.

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